Uno de los principales miedos de cualquier padre o madre que descubre que su hijo ha sufrido abusos sexuales es hacer sufrir a su hijo. Nuestros procedimientos penales deben mitigar cualquier sombra de duda sobre los acusados y eso requiere recordar los abusos. Entonces, ¿son capaces de conjugar adecuadamente la eficacia del proceso penal con la psicología necesaria para no ahondar innecesariamente en los sucesos dolorosos o traumáticos que haya sufrido un menor? ¿Cómo funciona la mente de los más pequeños en estos casos?
Cuando un menor sufre abusos su estado anímico sufre igualmente. Ya sea por vergüenza, miedo o esperanza por la que el silencio hará que desaparezcan los recuerdos muchos niños no confiesan estos episodios de abusos. Hemos de entender que muchas veces dicho aislamiento no es intencionado y se debe a creencias o sucesos concretos, como las amenazas del abusador. A la hora de tratar los casos de abusos sexuales en menores todas las partes implicadas: abogados, fiscalía y juzgados deben tener en cuenta esta manera de ver el mundo de los más pequeños.
Si bien es cierto que se necesita el testimonio del menor para poder investigar la veracidad de los hechos, actualmente existen mecanismos para evitar situaciones indeseables tales como la posibilidad de que coincida con su agresor o la interrogación de los hechos por la parte contraria sin asistencia psicológica. Es más, durante todo el proceso deben estar asistidos por un cuerpo experto. No solo para evitar sufrimientos innecesarios, sino también para evitar daños a futuro de un juicio manejado negligentemente.
A la hora de tratar con menores víctimas de abusos debemos tener en cuenta todo esto desde la defensa. Es posible conjugar un efectivo proceso penal con la protección psicológica y anímica del menor y en Patón & Asociados llevamos años con el más alto nivel de exigencia en este campo.