Uno de las cosas que más sorprende a la sociedad, es que una víctima de maltrato tarde tanto tiempo, décadas incluso, en denunciar a su abusador. Nada más lejos de la realidad. Se conocen todas y cada de las razones que llevan a un hombre maltratado y una mujer maltratada a callarse su sufrimiento.

La primera, la principal, es la espiral que el abusador y sus “aliados” ejercen sobre la víctima. La presión psicológica que lleva incluso a muchas víctimas a creer que es culpa suya o que ellas se lo han buscado. Los “aliados” en el caso del hombre abusador, pueden ser hasta personas desconocidas en la otra punta del planeta, que simpatizan y no entienden como se puede cuestionar la jerarquía normal de poder. Otra, es la dificultad de que crean a la víctima y la lentitud del sistema para separar a su abusador, que muchas veces tiene contacto directo durante mucho tiempo. El desconocimiento de a quien acudir o sobre cuales son los cauces normales, de que todo salga a la luz y pierda el empleo o su entorno social. Finalmente, la sensación de normalidad en la que acaban los abusos, que se suma a la rutina diaria y pasa a ser un ruido sordo de fondo.

Durante esas líneas, no hice distinción entre hombre y mujer, en esencia las razones son iguales, como iguales son ambas víctimas, por ser personas. Pero si volvemos a leerlas, pensando en un hombre, vemos que el porcentaje de “aliados” crece, porque muy pocos hombres creen siquiera posible que un hombre sea abusado y el que lo ha sido, no es un hombre, como culturalmente lo entendemos; y por ello le cargamos de culpa, por probar que ha perdido su poder frente a una mujer. La lentitud del sistema, que decir, catalogado como abuso doméstico, la policía ni si quiera tiene obligación de investigar si de repente la denuncia se retira; y el sistema garantista, muchas veces culpabiliza de entrada al hombre ante una situación de abuso, minimizando cualquier mal causado. Esto lleva al desconocimiento de los cauces, no hay casi centros de referencia, no hay información apenas, difícilmente existen lugares de apoyo. Y el miedo a perder la normalidad, de luchar no solo contra el abuso sino contra la incomprensión social, que se corra la voz y todo el mundo o no lo crea, o se burle o genere hostilidad hacia ti.

Es difícil diferenciar a una víctima de maltrato de otra, ambas son personas; pero nuestra sociedad se supera cada día con mayor ahínco en conseguirlo. En Patón y Asociados, no somos aliados de los abusadores (sean hombre o mujeres), luchamos con determinación contra la lentitud y la ceguera del sistema, para cambiarla y proteger a los hombres maltratados, nos esforzamos por dar a conocer los cauces legales y de proveer información de fácil y rápido acceso; y peleamos por la vuelta a la normalidad del hombre maltratado sin prejuzgarle. Parece mucho, y lo es por culpa del sistema, que debería hacer que fuera poco, algo de sentido común.