Imaginemos por un momento que somos hombres maltratados. Damos el necesario, y difícil, paso adelante y denunciamos a nuestra maltratadora, con la que seguramente tengamos una relación estable y una vida en común. ¿Y ahora’ Sigamos imaginando
Supongamos que, el juez, una vez el caso llega encima de su mesa lo examina. ¿Qué puede ver? Una denuncia ante la policía, quizá un parte de lesiones y una declaración nuestra, del hombre maltratado. Para proceder, acude a la jurisprudencia y a la propia ley. ¿La de violencia de género? No, esa no. Porque dado que somos un hombre, el agravante de género queda excluido y no puede aplicarse. Así que revisa los protocolos de actuación para otro delito menos, sustancialmente menos, grave: el de violencia doméstica. Dado que no existen pruebas anteriores de maltrato, ni denuncias ni reincidencias, dado que la maltratadora no tiene antecedentes ni infracciones de ningún tipo y dado que solo es violencia doméstica; el juez dictamina lo que tantos otros jueces antes que él: que no hay necesidad de cautela.
¿Eso que significa? Que no habrá orden de alejamiento, ni prisión preventiva, ni orden para que la parte denunciada abandone el hogar común hasta el juicio. ¿Solución? Es el hombre maltratado el que debe irse de casa, buscarse la vida. Y mientras que en otros países de nuestro entorno como Alemania o Reino Unido existen refugios para mujeres maltratadas, en España ni hombres ni mujeres tienen nada de eso. Una víctima de maltrato debe cargar con su propia vida y tratar de hacer lo que pueda.
Mientras que ante el caso de una mujer nos parecería inaudito que tuviera que convivir con quien ha acusado de maltrato, en el caso del hombre no parece tan grave. ¿Qué podría hacerle una mujer? Pues, de entrada, seguir maltratándole; influyendo para que retire la denuncia. O, por lo menos, convirtiendo su vida en un infierno ante la resolución del juez. Y aunque la justicia española tiene una asignatura pendiente con las mujeres y hombres maltratados, es con los hombres con los que se ceba más por su pasividad.
Por eso, si la justicia es pasiva con los hombres maltratados, no debe serlo su defensa. Y eso es lo que creemos desde Patón y Asociados, que toda persona maltratada, hombre o mujer, tiene derecho a esperar lo mismo de la justicia si sufre idénticas situaciones de maltrato. Porque todos son personas vulnerables.