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Celebramos hoy el día de la mujer en todo el mundo y un año más los avances conseguidos en favor de la igualdad se ven empañados por el goteo constante de casos de una de las mayores lacras que aquejan a nuestra sociedad: la violencia de género. Este problema afecta a todo tipo de familias y relaciones, y ocupa la actualidad casi a diario.

Mucho hemos debatido en los últimos años acerca de las medidas legislativas adoptadas, de las estrategias e instrumentos de prevención judiciales y policiales, pero siempre parece quedar para el final lo que sociólogos, psicólogos, abogados y profesores están de acuerdo en señalar como la única vía para lograr atajar eficientemente estas conductas delictivas: la educación.

Y es que nuestro sistema educativo carece de los medios y herramientas necesarios para poder hacer realidad la tarea encomendada por el artículo 2, que rige los principios rectores de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y que establece que

“A través de esta Ley se articula un conjunto integral de medidas encaminadas a alcanzar los siguientes fines:

a) Fortalecer las medidas de sensibilización ciudadana de prevención, dotando a los poderes públicos de instrumentos eficaces en el ámbito educativo, servicios sociales, sanitario, publicitario y mediático”.

Actualmente son sobre todo los docentes quienes recaban la ayuda de las AMPAS y de los padres y madres de forma individual, para tratar de introducir este tema entre los contenidos de cada curso.

Hay que reclamar tiempo, espacios y programas adecuados para abordar la igualdad y atacar las actitudes sexistas y agresivas que dan lugar a la violencia. Los educadores han de trabajar codo con codo con las administraciones públicas y con los colectivos posicionados en la lucha contra la violencia de género, de forma que se consigan introducir asignaturas obligatorias en el currículo académico y que se proporcionen los medios necesarios para formar adecuadamente a los profesores.

IgualdadYa hay planes e iniciativas en marcha en distintas comunidades autónomas, pero sigue faltando una formación inicial obligatoria sobre coeducación, igualdad y violencia de género adecuada para profesores de todos los niveles educativos. Estos contenidos podrían estar incluidos en la propia carrera de Magisterio o, incluso, en los Máster de Educación necesarios para impartir clases.

Conclusiones como las que arroja el Estudio “Voces tras los datos: una mirada cualitativa a la violencia de género en adolescentes”, impulsado por la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía, a través del Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) , dan una idea muy actual de lo necesario que es poner en marcha medidas de educación y concienciación. El estudio indica que los primeros signos de violencia en adolescentes se camuflan “bajo la falsa idea del amor romántico” y que tantos chicos como chicas que han entrado en la espiral de la violencia de género a lo largo de sus relaciones, lo han hecho sin ser conscientes de ello.

Si queremos acabar con esta lacra todos hemos de estar unidos: padres, madres, educadores, legisladores, jueces, fuerzas de seguridad, juristas, psicólogos, toda la sociedad, cada uno en su ámbito familiar, social y profesional. Hemos de cooperar para que los niños y jóvenes reciban una educación emocional y afectiva en todas las etapas que les permita identificar, rechazar y atajar este tipo de comportamientos.

Sólo la combinación de esta importante piedra angular con el resto de medidas legislativas, judiciales y policiales nos va a permitir poner remedio a esta hemorragia constante que sufre nuestra sociedad. Cuanto antes nos concienciemos y apoyemos la puesta en marcha de este tipo de medidas mejor, cada día cuenta.